lunes, 22 de julio de 2013

1 de julio de 2013


Estoy sentada sobre un viejo colchón en el suelo, en el desván apolillado de una impresionante casa señorial a la afueras del pueblo. ¿Y qué leches exactamente hago yo aquí? Todos conocemos la desastrosa situación económica y social que, lamentablemente, está afectando nuestro país. Pues bien, digamos que yo soy otra afortunada universitaria, perteneciente a la generación (dicen) mejor preparada de nuestra reciente historia democrática y que, paradójicamente, se ha visto forzada a coger las maletas y marcharse. A Alemania, claro, no podía ser de otra manera. Si bien yo tengo la excusa de estudiar alemán como profesión, desde luego cualquiera que lea la prensa estaría de acuerdo conmigo en que era la opción más razonable. Aunque lo que no parece tan razonable es que mis anfitriones lleguen tres horas tarde a recogerme en un aeropuerto perdido en medio de un erial (dichosas líneas aéreas de bajo coste), y que me confinen en un desván polvoriento, que, a todas luces, se trata de lo que en tierras más cálidas denominamos "el cuarto de la plancha". Al menos hay Internet, y con ello mal que bien, la vida sigue...

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